Estados Unidos ha entrado oficialmente en el conflicto entre Israel e Irán con ataques aéreos contra instalaciones nucleares clave dentro del territorio iraní. La intervención, confirmada por el presidente Donald Trump, marca un punto de no retorno en una escalada que ya amenaza con desatar una guerra regional de grandes proporciones.
Durante la madrugada, bombarderos B‑2 de la Fuerza Aérea de EE.UU. atacaron tres complejos altamente protegidos: Fordow, Natanz e Isfahan, considerados estratégicos en el programa nuclear iraní. Las misiones, según fuentes militares estadounidenses, se ejecutaron sin pérdidas y con “eficacia quirúrgica”.
Aunque no se han confirmado víctimas civiles, los daños estructurales han sido significativos. En Isfahan, la planta de conversión de uranio quedó parcialmente destruida; en Natanz, los sistemas eléctricos fueron deshabilitados; y Fordow, situado bajo más de 100 metros de roca, fue blanco de bombas GBU-57 tipo “bunker-buster”.
La respuesta de Irán no se hizo esperar. Teherán calificó los ataques como “acto de guerra” y advirtió que todas las bases militares de EE.UU. en la región serán consideradas objetivos legítimos. Además, anunció su retiro inmediato del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), abriendo la puerta a una aceleración en su programa atómico.
Desde Washington, Trump defendió la ofensiva como “necesaria para neutralizar una amenaza inminente”, mientras en el Congreso se multiplican las voces divididas. Algunos sectores aplauden la decisión; otros alertan sobre el riesgo de arrastrar al país a un conflicto de largo plazo y consecuencias imprevisibles.
La comunidad internacional observa con creciente alarma. Rusia y China condenaron los ataques y exigieron el cese inmediato de hostilidades. Europa, mientras tanto, intenta reanimar los canales diplomáticos desde Ginebra, aunque con escaso margen: el diálogo está roto, y los misiles hablan más alto que las palabras.
¿Qué viene ahora?
- Represalias directas de Irán contra objetivos estadounidenses y aliados en Medio Oriente.
- Acciones de milicias aliadas a Irán en Irak, Siria, Líbano y Yemen.
- Escalada en rutas estratégicas, como el estrecho de Ormuz, vital para el comercio mundial de petróleo.
- Aislamiento diplomático de EE.UU., mientras se redefine el equilibrio de poder en la región.
La guerra que comenzó con fuego cruzado entre Israel e Irán ha cruzado una nueva frontera. Hoy, con Estados Unidos bombardeando objetivos nucleares en suelo iraní, el conflicto deja de ser bilateral para convertirse en una amenaza global.